Dr. Miguel Ángel Gómez Laso
Profesor Titular de Universidad del Departamento de Ingeniería Eléctrica, Electrónica y de Comunicación
Llegará un día, probablemente no muy lejano, en el que la especie humana tendrá asentamientos fuera de la Tierra en otros lugares. De hecho, ya tenemos un asentamiento permanente en la Estación Espacial Internacional que vuela a unos 400 km sobre nuestras cabezas y hay planes para una futura estación cislunar (alrededor de la Luna). Es la llamada Deep Space Gateaway o Puerta del Espacio Profundo, que no sólo será un asentamiento humano en nuestro satélite natural más cercano sino el punto intermedio a misiones tripuladas a Marte, por ejemplo.
Pero mientras esto llega a suceder, lo cierto es que la vida moderna ya depende para muchas cosas de artilugios que hemos puesto en el espacio. Sistemas de navegación como GPS o, en Europa, Galileo(hay aplicaciones para el móvil que te dicen qué satélites del sistema Galileo tienes sobre ti en cada momento disponibles para guiarte mientras paseas por el monte o conduces el coche) o el programa de observación de la Tierra Copernicus de la Agencia Europea del Espacio y su serie de satélites Sentinel para el control de mareas, deforestación, calidad del aire, deshielo, etc. son sólo algunos ejemplos.
Además de los Sentinel, existen otras misiones de observación de la Tierra para medir en profundidad otras cosas como el Aeolus, que estudia las corrientes de viento y los huracanes, o misiones tan curiosas como GRACE-FO que son dos satélites que se persiguen el uno al otro en configuración “Tom y Jerry” y que, dependiendo de si están más cerca o más lejos el uno del otro, son capaces de determinar las variaciones de gravedad de la Tierra o los movimientos de masas de agua. Los satélites METEOSAT y METOP forman parte de los satélites para predicciones meteorológicas que se utilizan para cultivos, transporte,… y también para la vida cotidiana de los ciudadanos.
Hay misiones de observación del Sol, como el recientemente puesto en órbita Parker Solar Probe o el futuro Solar Orbiter, o de Marte (Mars Express) que recientemente descubrió evidencias de agua líquida bajo el polo sur del planeta rojo (¡menudo descubrimiento!) o la misión a Mercurio (Bepicolombo). También hay mega-telescopios espaciales como el Hubble, Kepler, o el futuro James Webb Space Telescope, que complementan telescopios en Tierra como los del Observatorio Europeo Meridional (proyecto ALMA) en Sudamérica. Hay también pequeños satélites, nanosatélites o cubesats (apenas más grandes que una caja de zapatos) que como el Xatcobeo (Universidad de Vigo), los 3CAT (Universidad Politécnica de Cataluña), Politech1 (Universidad Politécnica de Valencia) o Qbito (Universidad Politécnica de Madrid) en cuya confección y operación participan también estudiantes de secundaria y de universidad. Y mega-constelaciones previstas de cientos de estos pequeños satélites como la Oneweb, para el acceso a Internet en cualquier parte del mundo.
Tanta es la cantidad de objetos en el espacio ahora mismo (unos 15.000 de distintos tipos) que, por un lado, existe un problema de basura espacial de satélites que ya no están en uso y, por otro lado, existe un Spacebook (o Facebook de los satélites) que te dice en tiempo real la posición de los miles de satélites que orbitan la Tierra. Definitivamente sí, para ciencia, navegación, observación de fenómenos naturales en la Tierra, meteorología y exploración del espacio, hay tantas actividades humanas que dependen hoy en día de un objeto en el espacio que nuestra vida ya depende de ellos aunque todavía vivamos aquí, en la Tierra.
Durante esta charla repasaremos algunas de estas apasionantes misiones espaciales así como otros asuntos que estudiamos en el Proyecto TESLA del programa Horizonte 2020 de la Unión Europea (Marie Skłodowska-Curie grant agreement 811232) en el que participan 8 universidades de toda Europa.
Esta charla se ofrece solo en castellano.