Alberto Navajas León
Profesor Titular de Universidad en el Departamento de Ciencias
Un jardín en una tranquila tarde de mayo. Todo es quietud y serenidad. Observas a un centenario roble y ves las mariposas cruzar el verdor del paisaje. Todo parece tranquilo y nada sucede. Mentira. Es tan sólo una impresión equivocada, ya que en tu interior tus células están trabajando a gran velocidad, como también lo hacen las de las hojas del árbol que estás contemplando, o las de la mariposa que atraviesa ahora el cielo. Nuestro cuerpo, el de cualquier ser vivo, está formado por células que trabajan sin parar a velocidades increíbles. Su interior es un hervidero de actividad incesante y acelerada por las enzimas que catalizan reacciones químicas encadenadas.
Aun así, desechas estos pensamientos y tratas de sumergirte otra vez en la paz del atardecer de mayo que ya cae hacia la noche. Surgen las primeras estrellas. Las más grandes consumen hidrógeno a gran velocidad aceleradas por catalizadores de carbono. Sin ellos los elementos químicos que nos conforman nunca se hubiesen creado. Más allá se está formando una estrella acumulando hidrógeno molecular en una reacción catalizada por las partículas interestelares. Sin ellas las estrellas que ahora vemos nunca se hubiesen formado. Mires donde mires los catalizadores han acelerado la realidad. Cae la noche, todo está tranquilo y en silencio. La paz y la quietud te inunda. Pero no te engañes, es una ilusión.
Esta charla se ofrece solo en castellano.